Toda novedad no es sino un olvido.


Antes de llegar allí, nos encontrábamos, porque salía al encuentro de los extraños, el olor de las lilas.  Y luego, las mismas lilas, de entre los verdes corazoncitos de sus hojas alzaban curiosamente por encima de la valla del parque sus penachos de plumas malvas o blancas, abrillantadas aun en la sombra, por el sol en que se habían bañado.