Toda novedad no es sino un olvido.


El no mataba ningún animal. Sacrificar a un animal de modo que se redimiera su alma era una cosa, y otra era pisar y aplastar a pequeños seres que no pretendían más que le hombre: simplemente comer y multiplicarse.  Al anochecer, cuando los campos eran un hervidero de sapos, Jacob andaba cuidadosamente para no pisarlos.