Toda novedad no es sino un olvido.


Pues le puedo contar que muchas veces he pensado hablarle así a alguna joven aristocrática en la calle, cuando esté sola, por supuesto, y decirle, claro está, muy suavemente, con mucho respeto pero con pasión, que me estoy muriendo solo, que no me aleje de su lado, que no tengo otra forma de conocer a alguna mujer; convencerla de que hace parte de sus responsabilidades femeninas no negarse a la súplica tímida de una persona infeliz como yo. ¡Que, finalmente, todo lo que pido no es más que dos palabras amistosas de su parte, que con un poco de simpatía no me aleje de su lado desde el primer paso, que crea en mi palabra y que, finalmente, oiga lo que voy a decirle, que se burle de mí si se le antoja, pero que sepa que ese par de palabras me van a dejar lleno de esperanza, y son sólo dos! ¡No importa si nunca más volvemos a encontrarnos! —Fedor Dostoievski