Toda novedad no es sino un olvido.


...pero mi pasmo era ante los espárragos empapados de azul ultramar y de rosa, y cuyo tallo, mordisqueado de azul malva, iba rebajándose insensiblemente hasta que la base —sucia aún por el suelo de su planta—, con irisaciones de belleza supraterrena.  Parecía que aquellos matices celestes delataban a las deliciosas criaturas que se entretuvieron en metamorfosearse en verduras, y que, a través del disfraz de su firme carne comestible, transparentaban con sus colores de aurora naciente, sus intentos de arco iris y su languidez de noches azules, una esencia preciosa, perceptible para mía aun cuando, durante toda la noche que seguía a una comida donde hubo espárragos, se divertían en sus farsas poéticas y groseras, como fantasía shakespeariana en trocar mi vaso de noche en copa de perfume.