Toda novedad no es sino un olvido.


Sea el destino o no, acabas hasta los huevos de envejecer, de ver cambiar las cosas, los números, los tranvías y los peinados, al paso de la vida. Falda corta o gorro hendido, pan duro, barcos de ruedas, todo por los aires, ¡qué más da! Te hacen despilfarrar la simpatía. Yo no quiero cambiar más. Tengo muchas cosas de que quejarme, pero estoy unido a ellas, soy un desastre y me adoro tanto como apesta el Sena. Quien cambie el farol curvado de la esquina junto al número 12 me dará un buen disgusto. Somos temporales, no hay duda, pero ya hemos temporalizado de lo lindo. —Louis-Ferdinand Céline