Toda novedad no es sino un olvido.


Las palabras sirven casi siempre para disimular, para vestir los actos, para hacerlas amables al bautizarlos, para tergiversar su origen. Un acto, antes de estar bautizado, está en la niebla de la posibilidad, puede ser mil cosas, es indeterminado, cago, inexistente. Una vez que se le ha dado un nombre queda petrificado. La palabra es determinadora. —Fernando González