Toda novedad no es sino un olvido.


Cuando coja sus pechos, se acurrucarán contra mis palmas con pesadez sudorosa y magnífica. Me siento responsable de la carne de esta mujer, pues me desgarra dulcemente como lo hacen otras cosa que son mías. Me estremece la dulzura de su presencia: cuando me sienta temblar se volcará como la hoja de un árbol sacudido por el viento y dejará que yo vea el lado vacío de sus ojos. —Yukio Mishima